viernes, 2 de noviembre de 2012

EL MONSTRUO DE LA LAGUNA NEGRA


Las heridas en la guerra de Corea le dejaron a Benjamín Chapman un vaivén al caminar, un contoneo, un ir dando tumbos que lo colocó, sucesivamente, detrás de la barra de un bar, detrás de la cinta de producción de una embotelladora de refrescos, en el centro de un trío de bailarines tahitianos, y debajo del disfraz que lo hizo universalmente famoso: el del hombre anfibio que aterrorizaba, y también apasionaba, a un grupo de científicos que husmeaban en la la selva del Amazonas, en la película El monstruo de la Laguna Negra (Creature from Black Lagoon, 1954) del director Jack Arnold.Con aquella película Benjamín Chapman, mejor conocido como Ben, entró al selecto grupo de criaturas sobrenaturales del cine, acompañado por el hombre lobo, la momia, el jorobado de Notre Dame,  y Frankenstein.
El traje que usaba Ben para convertirse en el monstruo de la Laguna Negra, y para sumergirse en las aguas verdosas del plató, era un complejo sistema de piezas de caucho articuladas que se iba montando, durante tres horas, en el cuerpo de Ben.Para llegar al sofisticado look que hoy podemos constatar en la película, hicieron falta setenta y seis diseños previos que el bueno de Ben fue probando durante meses, con una paciencia que más adelante le haría falta para resistir horas y horas de filmación con el agua del estanque al cuello, o a la coronilla.El traje de hombre anfibio costó 18,000 dólares de aquella época, algunas de sus piezas fueron fabricadas en París y Ben Chapman, para liberarse de éste al final de la jornada, necesitaba otras tres horas de paciente deconstrucción. Solamente la cabeza y las manos podían quitarse fácilmente, lo cuál era una ventaja y una bendición pues en los tiempos muertos del rodaje, Ben podía comerse un sándwich, de pie porque las articulaciones del traje no le permitían sentarse, y lo hacía discretamente en el rincón que el director le designaba para que no causara cortocircuitos, con el goteo permanente de su traje, en las zonas cableadas del plató.
Durante el rodaje su participación era modesta pero argumentalmente crucial, era el personaje que dotaba de sentido y de sustancia al film, y su quehacer consistía en permanecer varias horas dentro del estanque ejecutando las órdenes que gritaba el director: ¡sumergete!,¡emerge!, ¡salta y asusta!, ¡sal del agua!, y era con esta orden específica que Ben Chapman sacaba provecho de sus heridas de la Guerra de Corea, sacaba su vaivén al caminar, su contoneo, su ir dando tumbos, su incontrolable cojera que antes de convertirlo en un monstruo veraz, le había servido para trabajar de bailarín cojo y tahitiano. Igual que le pasó a Boris Karloff en su primera caracterización de Frankenstein, Chapman nunca vio su nombre en los créditos de la película; el productor temía que un nombre debajo del monstruo fuera un atentado contra la veracidad de la criatura.Benjamín F. Chapman murió hace cuatro años en Honolulu, Hawai, había nacido en Oakland y, antes de instalarse de adulto en Los Angeles, vivió en Tahití, de ahí, y de su indisimulable cojera, le venía lo bailarín.En vida caminó, o más bien cojeó, tres veces por la alfombra roja de Hollywood, pero nadie logró identificarlo porque iba sin su traje de hombre anfibio.Sus cenizas fueron esparcidas en la playa de Waikiki.

(El monstruo de la laguna negra-El pez soluble blog del escritor Jordi Soler)

2 comentarios:

  1. Me ha encantado enhorabuena, el caso es que me suena el monstruo pero ni idea de la pelicula y menos de la historia detras de las camaras, un beso.

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  2. Por lo que nos cuentas, fué un suplicio el rodaje para este hombre, aunque se ha ganado el honor de protagonizar tu entrada y de convertirse en leyenda del cine. Gracias por tu entrada.
    Besos

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